Legal disclaimer, TOCHO INSIDE, warning, warning, ojocuidao. Leer sólo si no tienes nada mejor que hacer en la vida.
Como llevaba todo el día escribiendo unos artículos para otras cosas, pues ya tenía el día de escribir, y me dije: vamos a darle un poco la turra salvaje a los muchachos, para que se acuerden de mis fallectos más frescos y discutamos un rato, que hace mucho que no…
La cosa es que venía yo esta mañana conduciendo muy feliz un coche con 17 años y 300000km, y dada la absoluta ausencia de cualquier infotainment, de pantallas que despisten y hasta de teléfonos manos libres porque al dueño no me da la gana de ponérselo, pues la cosa te obliga a mantener toda tu atención en la carretera -por dios, qué locura- y da para pensar un poco en la evolución en general, y en la automovilística en particular.
Vaya por delante que aquí no hablamos de ningún modelo concreto, y sí de todos en conjunto. Que mi intención es criticar un poco el sistema globalmente, que abrazamos encantados sin pararnos a pensar demasiado en si siempre es buena idea, o a veces no tanto. En esa continua necesidad de que todo cambie para que nada cambie, o incluso que todo cambie, pero a peor. Bienvenidos a la hoguera de las vanidades.
Tampoco vamos a discutir aquí si los coches modernos son o no más seguros, que sin duda lo son en seguridad pasiva, pero que no tengo tan claro que también lo sean en seguridad activa (como siempre, unos sí, y otros no).
Vamos entrando en materia, o me piro por las ramas. Feel free de discutirme todo lo que os parezca, es la idea.
- Confort, comportamiento y placer de conducir: el chispazo original de esta reflexión, cuando venía yo flipando con lo incomparablemente cómodo que es el abuelo y de lo placentera que es su conducción. Vale, la suspensión neumática juega en otra liga en este aspecto, pero da para pensar: hace 20 ó 30 años, los coches pesaban mucho menos, y los fabricantes podían permitirse el lujo de meter resortes relativamente suaves, que permitieran un buen compromiso comportamiento/confort. Hoy día, los coches están mucho más gordos y llevan ruedas hipertrofiadas -que ni siquiera se aprovechan para meter frenos de tamaño acorde-, con lo que obligamos a endurecer suspensiones para sujetarlos. Hay mejor “calidad de rodadura” en un coche moderno? Hemos avanzado en ese difícil equilibrio? Honestamente no lo sé: creo que se ha conseguido, como mucho, difuminar el peso con similar equilibrio que antes y eso es un avance en sí mismo, pero no hemos conseguido que los coches sean más cómodos o pasen más deprisa por la curva. Seguramente tenemos mayor facilidad de conducción y sean más aptos de llevar al límite para cualquier mano, pero insisto: ni son más cómodos, ni más rápidos. Pero sí más gordos. Y de la manita viene el placer de conducción: un coche con años depende más de las manos que lo llevan y a la vez resulta más gratificante alcanzar determinados logros. Pasar rápido, o preciso, o una frenada exacta, o la aceleración o recuperación demandan más intervención del conductor que en un aparato actual con suspensiones, frenos, y dirección probablemente impecables, ayudados por una legión de ángeles electrónicos de la guarda. Esto último es una indudable contribución a la seguridad, pero es un avance en la conducción? O matizando, es el avance que QUEREMOS en la conducción? Me viene inmediatamente a la cabeza el anuncio del último Clase A a la venta, enfatizando sobre su conectividad, su interacción cibernética con el conductor, o los valores de rejuvenecimiento del conductor de Mercedes. Pero obviando que su suspensión trasera es la cosa más simple, barata y tosca que ha hecho la marca en sus ciento y pico de años, justo los mismos que presumían hace años -y con toda la razón- de sus maravillosos, eficaces, sofisticados y caros multibrazos. ¿Cuál es la lectura obligada? Que ya no nos interesa la conducción en sí misma, que nos la resuda el placer de conducir, que vamos más despacio y que lo que mueve ahora el mundo y lo cool, son precisamente los valores que vende Mercedes: lo joven, lo nuevo, la pantalla y la conectividad
- Eficiencia, fiabilidad y nuevamente placer de conducir: hoy tenemos motores más pequeños, con potencias específicas infinitamente más elevadas que hace 20 años. Son infinitamente más eficientes, contaminan menos, consumen menos y corren más. Peeeeero… también tienen que mover más peso, la mayor potencia también demanda sus goticas extras de elixir, y la cuadratura del círculo no la hemos alcanzado. Primero, porque las cifras anunciadas están lejos de las reales, y segundo, porque si usamos a conciencia nuestra orgullosa cifra de cuadra, los coches siguen tragando mucho. Vale, todo normal. Y cuando añadimos en la factura el nivel menguante de fiabilidad, la cantidad extraordinaria de problemitas que a la menor te dejan en la cuneta y la, en general, menor longevidad de todo el conjunto? Ya puestos a tocar las narices, volvamos a meter en la receta al placer de conducir: molaba más meter el pie a los faros a un V8 atmosférico de 5 litros, o a un V6 biturbo de 3? Qué encanto oculto tiene revolucionar un molinillo tricilíndrico con sonido de cafetera? ¿Los V12 vibraban? ¿O vibro yo con mi 1.0 triturbo de 2 cilindros -boxer y uno desconectable en subidas- y cambio de cuatro embragues y 15 marchas? Con algo de suerte, tendrá Start-stop y dejará de torturar con su sonido en los semáforos, al menos mientras funcione el sistema. Iluminadme, porque no termino de ver el avance de lo nuevo y lo actual.
- Y como me voy cansando de escribir -como para no-, vamos entrando con la joya conceptual de la corona: hagamos coches cada vez más conectados, cada vez más dependientes de la fibra óptica y de las redes. Procuremos que el conductor se olvide el máximo posible de la conducción en sí. Démosle todo tipo de ayudas que fomenten su estupidez, a la vez que velan por el estúpido tras el volante. Que se entretenga con su Spotify, con su lector de mensajes; que el navegador tenga actualizadas hasta las cotizaciones de la farlopa, o las tarifas de su puticlub favorito. Démosle wifi, 5G y muchos portavasos. Dolbys surround, aire superlimpio y mil configuraciones de colorines. Démosle de todo con tal de que se olvide de la mierda de suspensión que le hemos vendido; o de que su micromotor sólo tira cuesta abajo y se le romperá más antes que después. Démosle tantas pulgadas en las ruedas que se olvide de los complejos que le generan la falta de pulgadas de sus cerebros (el plural no es una errata). Démosle un producto sin alma, sin carácter, algo de lo que se canse pronto y quiera sustituir rápido por cualesquiera que sea el último grito dentro de tres meses.
No sé vosotros, pero yo cada vez tengo más sensación de estar conduciendo perfectas lavadoras con ruedas, que cambiaré dentro de dos días, cuando salga una con más revoluciones de ultrasecado, o control del prelavado desde una app del móvil.
Ya avisó el gran Strawberry, porque estás en Ultramemia y la culpa de todo la tiene Yoko Ono.
La ultragilipollez, amigüitos, la ultragilipollez.
Si has llegado hasta aquí, mis respetos: eres un superhéroe.