Buenas:
Hace algo más de dos meses colisioné contra un camión que, saltándose un STOP y línea continua, me cortó el paso. A 80 km/h, el máximo permitido en esa intersección, frenazo de tres metros, asfalto mojado y a 0. El golpe contra el centro de la rueda delantera del camión fue tremendo, como si yo fuese el hombre bala disparado de un cañonazo, o un astronauta en un cohete furibundo; una fuerza ultratelúrica, demoníaca, quiso arrancarme hacia delante y arriba, a donde habitan los murciélagos viajeros. Me aventuré sin querer en el territorio de la muerte pero ella estaba de espaldas, me parece, no me vio, y pude recogerme a tiempo. El coche pegó con el larguero izquierdo, se levantó de atrás (acuarela camionera en el capó) pero, aunque dobló el chasis, aguantó el envite. Yo ya me había despedido, me dije, pensé, sentí, : vas a morir, hazlo con gallardía, estoico, en ese eterno segundo que da para pensar, intuitivamente, tantas cosas a la vez, quizá demasiadas. Misterios de la mente. Me agarré fuerte al volante, mire fijo a la rueda. Todavía sigo dolorido, maltrecho aún... pero vivo.
Claro, he perdido mi querido Volvo, tantos recuerdos; ya siniestro, muy caro arreglarlo. ¡Adiós entrañable rocinante de chatarra, dicen que eras feo, quizá, pero en todo caso igualmente bravo. Has sido mi buena suerte, me has salvado la vida, nunca te olvidaré!
Hace algo más de dos meses colisioné contra un camión que, saltándose un STOP y línea continua, me cortó el paso. A 80 km/h, el máximo permitido en esa intersección, frenazo de tres metros, asfalto mojado y a 0. El golpe contra el centro de la rueda delantera del camión fue tremendo, como si yo fuese el hombre bala disparado de un cañonazo, o un astronauta en un cohete furibundo; una fuerza ultratelúrica, demoníaca, quiso arrancarme hacia delante y arriba, a donde habitan los murciélagos viajeros. Me aventuré sin querer en el territorio de la muerte pero ella estaba de espaldas, me parece, no me vio, y pude recogerme a tiempo. El coche pegó con el larguero izquierdo, se levantó de atrás (acuarela camionera en el capó) pero, aunque dobló el chasis, aguantó el envite. Yo ya me había despedido, me dije, pensé, sentí, : vas a morir, hazlo con gallardía, estoico, en ese eterno segundo que da para pensar, intuitivamente, tantas cosas a la vez, quizá demasiadas. Misterios de la mente. Me agarré fuerte al volante, mire fijo a la rueda. Todavía sigo dolorido, maltrecho aún... pero vivo.
Claro, he perdido mi querido Volvo, tantos recuerdos; ya siniestro, muy caro arreglarlo. ¡Adiós entrañable rocinante de chatarra, dicen que eras feo, quizá, pero en todo caso igualmente bravo. Has sido mi buena suerte, me has salvado la vida, nunca te olvidaré!
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mklass